Rosario Piedra tiene derecho a saber quien y por qué le escribe, por lo que se me impone la necesidad de hacer algo que detesto: hablar de mí.
Meter en un par de párrafos sesenta y un años de intrascendencias es algo que no quiero, -ni se me puede obligar- por lo que iré a los puntos biográficos que puedan ayudar al objetivo de explicar el por qué de esta rara misiva, a ciegas porque no tengo ni idea de quién es Rosario Piedra. Bueno, tampoco es tan así, se que es hermana de Ricardo, mexicano desaparecido; que el 14 de junio de 2012, en la inauguración del Museo de la “Memoria Indómita” pronunció unas palabras que esgrimo para que los familiares de cubanos desaparecidos comprendan por qué es necesario integrar la Asociación de Familiares de Cubanos Desaparecidos (AFACUDE), inauguración de la que tuve conocimiento gracias a un reporte de Asela Vier, reportera de EFE.
Mi nombre es José Alberto Álvarez Bravo, vivo en Calle J # 104, 1er piso apto. 10, e/ Calzada y 9, en El Vedado, La Habana, junto a mi actual esposa Lilia Castañer, miembro activa del Movimiento Damas de Blanco Laura Pollan. De tres relaciones anteriores, tengo cuatro hijos y cuatro nietos. Hace poco mas de veinte años hice mis primeros intentos de iniciarme en el activismo opositor, por lo que me acerqué a la poetisa María Elena Cruz Varela, por quien sentía –siento- una profunda admiración y un gran cariño; luego comenzaron a ocurrir en el Grupo Opositor Liberal Criterio Alternativo sucesos desincentivantes, unido al hecho cierto de que mi determinación no me alcanzaba para superar el terror que el castrismo ha sembrado bajo la piel del pueblo cubano. La mezcla enervante de miedo y falta de fe, me condujeron de regreso a la manada anodina, aunque sin el humillante reingreso a las filas de los CDR, ni siquiera al sindicato oficialista. En el 2007, un atropello contra un hijo putativo me impuso incorporarme de lleno a la lucha contra los abusos de poder del sucesor dinástico, el despreciable tirano Raúl Castro Ruz.
Creo que ya le he dedicado demasiado espacio a este viejo flaco; ahora viene el por qué le escribo a Rosario Piedra. Esto es más fácil.
Quiero que la AFACUDE, de la que soy iniciador y Secretario, establezca relaciones de intercambio de experiencias y solidaridad con el ya mencionado Museo de la “Memoria Indómita”, por lo que pediré la intercesión de mis amigos y hermanos de ideales en el destierro para lograr este objetivo. Ya.
No quiero terminar sin mencionar algo peculiar en esta misiva; las cartas públicas suelen ser alaridos de condena contra abusos y arbitrariedades de los poderosos soberbios y arrogantes, como la que redacté al miserable Raúl Castro –“Carta pública a un General sin guerras”- o la que acaba de publicar en los medios mi amigo y hermano Jorge Luis García Pérez Antúnez; sin embargo, ésta es una carta en busca de amor y comprensión para la tragedia cubana más allá de sus fronteras. Para luchar porque los desaparecidos cubanos no mueran de olvido.
Gracias anticipadas a quienes me ayuden a encontrar a Rosario.
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